"Lo primero que recuerdo es estar sentada en la clase y empezar a llorar sin ni siquiera haber hablado".
Lindsey Bodnar se emocionó con sólo ver el programa del curso que estaba por empezar y que la llevaría a un cementerio, una funeraria y un hospicio, entre otros lugares..
Con el nombre "Muerte en perspectiva", este curso de la Universidad Kean de Nueva Jersey, Estados Unidos, tiene una lista de espera de 3 años.
Los estudiantes pasan la noche en vela para lograr una plaza en cuanto se abre el plazo de inscripción.
Para Lindsey no hubo lista de espera.
Era agosto de 2014 y su mamá se había suicidado en junio.
Abrir los ojos
"De lejos este es uno de los cursos más interesantes que he tomado en mi vida", le cuenta Lindsey a BBC Mundo.
"No me gusta decir que te insensibiliza porque no es eso, pero te abre los ojos a la muerte y lo que es morir.
"La clase me enseñó personalmente cómo vivir la vida al máximo, que el hecho de que mi madre decidiera terminar con su propia vida no significaba que la mía se tuviera que detener.
"Por supuesto lo sucedido me afectó pero seguir la clase me enseñó que tenía que seguir adelante y hacer lo mejor para mí y los míos, no dejar que algo tan trágico me detuviera", subraya con una admirable entereza.
Negación de la muerte
La figura detrás de este sorprendente curso de un semestre es Norma Bowe, una enfermera que afirma que se hizo amiga de la muerte desde una temprana edad.
"He trabajado en urgencias, unidades de cuidados intensivos, psiquiatría… pero además crecí en una familia muy caótica y violenta y creo que como niña pensé que iba a morir", le dice Bowe a BBC Mundo.
El curso me enseñó que el hecho de que una vida termine no significa que la tuya tenga que terminar".
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El curso ya existía en la universidad y Bowe lo asumió cuando el profesor que lo impartía se retiró.
"Cuando miré el programa vi que necesitaba un cambio, hablaba básicamente de filosofía y religión, trataba la muerte desde un punto de vista abstracto. Pero lamuerte es real y no hablamos de ella demasiado a menudo.
"Al entrar en clase al principio del semestre les pregunto a los estudiantes cuántos de ellos han lidiado con la muerte y la mayoría de ellos ha tenido alguna experiencia, algunos incluso con asesinatos o muertes trágicas. El sentimiento de pérdida y de duelo es muy real así que tiré a la basura el otro programa y lo convertí en otra cosa", añade.
El curso dura tres meses durante los cuales se hacen ejercicios en clase y tambiénvisitas a los lugares más insospechados: cementerios, funerarias, crematorios, hospicios, prisiones.
"Los ejercicios ayudan a que los alumnos vayan entendiendo mejor su vida y su propio proceso de duelo. Vamos a ver una autopsia porque la muerte es real, es algo que nos va a pasar a todos nosotros", explica Bowe.
"¿Cómo vamos a vivir nuestras vidas sabiendo que vamos a morir? ¿Cómo queremos ser recordados por la familia y amigos? ¿Cómo queremos navegar esto que llamamos vida de la mejor manera? Se va a ir demasiado pronto… vivamos nuestra vida al máximo".
Una conexión especial
A través de una de sus estudiantes, la profesora conoció la historia de Lindsey, supo que la mamá se había suicidado apenas tres días después de que la joven cumpliera 21 años y le hizo un hueco en el solicitado curso.
"Irónicamente, Lindsey se sentó al lado de una estudiante que se despertaba cada día pensando en suicidarse y en cómo terminar su vida, y el proceso de duelo de Lindsey ayudó a la otra chica a vivir".
Lindsey, que ahora tiene 23 años, recuerda bien esa situación.
"Es raro decir que acabaste en una clase por una razón determinada pero es lo que siento. Cuando conté que mi madre se intentó suicidar dos veces y que a la tercera lo consiguió y describí todo lo que yo estaba pasando, la chica sentada a mi lado empezó a llorar y finalmente se abrió.
"Dijo que cada mañana se debatía sobre si seguir en este mundo o no, en ese momento habló otro chico que se había intentado suicidar un par de años antes. No sabes lo que a cada uno le pasa por dentro" explica Lindsey, que habla animada sobre todas las visitas que hicieron durante el curso.
Inusuales actividades fuera de clase
En el cementerio se organizó una suerte de búsqueda del tesoro. La profesora les urgió a encontrar distintos elementos, desde una lápida con forma de pelota de fútbol hasta el verdadero amor en forma de romántico epitafio.
Tras la visita a un crematorio donde vieron de cerca cómo un cuerpo ardía hasta convertirse en cenizas, Lindsey se replanteó si verdaderamente quiere ser incinerada, algo que antes no dudaba.
En el centro para enfermos terminales, Lindsey conoció a una anciana que le dio los mejores consejos.
"Era muy cálida, no le quedaba mucho tiempo y quería hablar con todos. Me dijo: 'enamórate, diviértete, sal hasta más tarde de lo que debes, porque cuando te haces mayor ya no puedes hacer esas cosas. No sabes cuándo será tu último día así que haz todo lo que puedas ahora'. Fue muy bonito escucharla".
Negación de la muerte
Todas estas visitas, por llamativas que resulten desde fuera, no tienen el morbo como objetivo.
"En Estados Unidos negamos la muerte. Cuando alguien se muere no sabemos qué hacer, la gente trae comida la primera semana pero pasados unos días, nadie quiere hablar sobre la persona que murió.
"Es una lástima porque necesitamos a nuestros vecinos y amigos mucho más unos meses después de una muerte, no tanto al principio", señala Bowe.
Han pasado dos años y unos meses y Lindsey sigue sintiendo el apoyo de la gente.
"Pero me he dado cuenta de que los demás nunca sacan el tema", indica.
"Tengo que ser yo la que inicia la conversación, muchos no saben qué decir.Creen que hablar sobre mi mamá me pone triste cuando en realidad me hace feliz porque veo que la gente piensa en ella".
"Todos debemos cambiar nuestra actitud hacia la muerte porque nos va a pasar a todos, todos vamos a ser tocados por ella si es que no ha sucedido ya y necesitamos aprender a darnos apoyo", considera Bowe.
Jardín de la Memoria
Lindsey está totalmente de acuerdo y cada semestre visita la clase de Bowe para hablar con los nuevos estudiantes y compartir su historia.
"Antes del curso me reservaba lo que sentía sobre la muerte de mi madre. De vez en cuando me venía abajo o la última semana del mes revivía lo que pasó durante sus últimos días de vida. Aprendí que no era mi culpa y que tenía que desprenderme.
"Hay un Jardín de la Memoria en espiral que es una parte muy importante del curso.
"Bowe te da una piedra que es como una carga y la tienes que llevar contigo todo el tiempo. La idea es escribir algo en la piedra, soltarla en el jardín y dejarla allí.
"Al principio del ejercicio no podía caminar en esa espiral, cargué la piedra con mis libros porque no la podía soltar, no quería que mi madre fuera un recuerdo todavía.
"Al final del curso fui capaz de ir al jardín y dejar a mi madre en el centro porque sabía que estaba bien y sabía que mi vida iba a estar bien. Suena a algo de locos, con una clase semanal, pero es la verdad".